Pensaba que era muy gracioso que hace más de 20 millones de empleos fueran subcontratados a China y otros países a finales de los 90 y principios de los 2000, porque no afectaba mi trabajo. De hecho, al igual que la mayoría de los estadounidenses, me beneficié con precios más bajos en muchos productos. Claro, muchos de esos 20 millones de trabajadores cayeron en la pobreza y terminaron en la calle, pero ¿a quién le importa? Si perdieron sus empleos por la subcontratación y quedaron desempleados, era culpa suya, como decían los políticos. Un grupo de perdedores. Pero esta semana me entero de que mi trabajo será reemplazado por inteligencia artificial y pronto quedaré sin empleo. ¡Mierda, Jesús, maldita sea! Que más de 20 millones de personas pierdan sus empleos por subcontratación está bien, pero que yo pierda mi trabajo por inteligencia artificial es una historia completamente diferente, maldita sea. Yo soy importante, y esos más de 20 millones que quedaron desempleados por la subcontratación merecían perder sus trabajos, sus familias y sus hogares, ¡y no merecían una mierda! Por eso la inteligencia artificial debe detenerse, tal como dicen los escritores y actores que están en huelga en los estudios. Si nuestro gobierno ayuda a destruir la vida de otras personas, está bien, ¡pero cuando se trata de personas como yo, desde luego que no!