El carbón se ha acabado. El cubo está abierto, hueco y vacío. La pala yace inactiva, sin utilidad ahora. Del horno solo emana un leve soplo de frío. La habitación es una nevera. Fuera de la ventana, los árboles permanecen rígidos, cubiertos de escarcha. Sobre ellos, el cielo mira de vuelta—plateado e indiferente a cualquier súplica. Necesito carbón. ¿Hay alguien ahí que pudiera ayudar?